sábado, 30 de mayo de 2009

Vos désirs


Algunas brújulas im(perfectas) entre los rumbos que buscan ocasos perdidos: sueños de otoños pasajeros.


Puñales en la mente como esperanza al corazón.

domingo, 24 de mayo de 2009

El niño que ahora es perro


El niño que ahora es perro

Es sólo él y su instinto

Librado a la suerte de la noche

Entre recuerdos de algunas noches,

de cicatrices nuevas

y heridas conocidas.


El niño que ahora es perro

No se halla en la ciudad

Busca huecos por la calle

Para él ahí está la vida.


El niño que ahora es perro

Juega con lo oscuro

E imagina que es certero

que algún día amanecerá despierto

y no envuelto de frío

y muerto de miedo.


Entonces camina.
Sigue su juego de agujeros.

Rellenando donde no hay

Inventando lo que sobra

De las sobras de otros perros


Siempre yendo a todas partes

siempre dueño de lo que haya,

siempre demasiado tierno,

siempre demasiado pequeño,

siempre demasiado corrompido

por haber nacido perro.


Y aunque el niño perro

No pida monedas

No reparta tarjetas

Ni se fije si su ropa está sucia

O no le de vergüenza su torpeza,


el niño perro ya no es niño.

Quizás alguna vez lo fuera

Nacido en la perrera

De la vida y del destino.


Porque aprendió a ladrar temprano.

Y adiestró su olfato a la comida

Sobreviviendo a sus propias horas

Riendo.

Siempre riendo.


Porque su voz,

su voz es dulce.

Quién pudiera confundirla

si es el niño perro,

el niño perro que siempre vemos


fingiendo que no lo sabe.

Que no es niño

Que es un perro.





Leyenda de la foto "Massa te mira".

(Massa sabe de estos niños perros)

lunes, 18 de mayo de 2009

Las viudas


Que se lleven las penurias esos cuentos irritantes

Blasfemias de la noche en ciudades delirantes

Son historias que no sufren-que no lloran-que no cantan

Son histriones de la lluvia

¿no ves que el cielo cae?

Se padecen a ellas mismas

Las mujeres que ahí penan

Se refriegan con pañuelos

Que bordaron para él,

Se recuerdan enfrentadas,

Se recuerdan desahuciadas,

Se miran y se aman;

Son las viudas desalmadas.

Murió su dios, su amor y su locura

Murió su deseo de ser más viejas

Su anhelo sin certezas,

Cada una alma de musa.

Su pañuelo se refriega un llanto que es de él:

una dijo que había sido sanamente abandonada

Otra clamaba justicia y que se impartiera con sangre

La última rezaba que no muriera tan de golpe

Y con un punto final de tinta

Él les dijo adiós,

hasta siempre

corazones.



A Mario Benedetti. (1920-2009)

lunes, 11 de mayo de 2009


Lo único que desentona en este relato es tu magnífica ausencia, tu inspiradora imagen clavándose en mis poros sin tus dedos.
Se detienen los sonidos con la vista y con solo abrir los ojos es suficiente. Mirando hacia el tiempo encuentro que afuera está la clave del lugar. Cronológicamente situada en un espacio necesario.
Del infinito al infierno, y al encierro, al mundo, aprender a esperar es sólo un intento fallido. Es un tránsito lento, desesperado de a momentos. Y si intentara gritar en voz baja, irremediablemente sólo te escucharías a vos.
Alguien cerró la puerta, ¿Qué importa? Aunque quede entreabierta, la luz se condensa a las ocho menos diez.
Hay un par de piernas que se dejan ver en la penumbra de mi terquedad y franqueza. Tengo que reconocer mi cuerpo para no perderlo ahora, sin embargo me contradice y no me dirige la palabra. Pero la puerta se vuelve a abrir, nadie la tocó pero ahí está, deambulando entre cincuenta centímetros de suelo y casi un metro por recorrer.
Entonces no puedo seguir imaginándome en el tiempo, porque es cuando el aire comienza a materializarse cuando uno siente que escucha una respiración ajena, pero es la propia y es necesario reconocerse nuevamente. La trampa aquí no es lo que escuche, los sonidos se pierden entre imágenes que van zigzagueando entre mis sienes constantemente espantándose por querer verte a vos. Todo es apocalisis, todo es vaho, “vapor que despiden los cuerpos en determinadas circunstancias” y tinta espesa, y luces y sombras, y un deseo inabarcable de vos. Hasta que pienso que sí sos vos, pero no. Tu recuerdo va pinchando mis ojos con sus agujitas del tiempo, tan oportuno otra vez, y las circunstancias son las mismas, pero veo solamente un par de piernas recostadas y el mundo en mi casa desarmándose.
Ahora están iluminadas las figuras centrífugas, que son la resonancia de esta ilusión magnífica, que se deslizan en la atmósfera de una dulce encuesta de vos. En sentido perpendicular a mis líneas quebradas o curvas detonan en el momento justo de encontrarse con mi piel. Es un haz de luz jugueteando con mi cuerpo y yo quiero que sean tus huellas dactilares, pero es la mugre del aire que respiro y yo que quiero que seas vos…


Fui más débil de lo que pude soportar. Fui el viento encasillado en los laberintos neuronales tuyos. Fui un rastro sin sentido en la garganta rasguñada por tus insensibles palabras.
Soy. Soy lo que queda de tus amarguras.
Soy el comienzo de una nueva vida y el fin de las esperanzas para vos.
Soy la excusa perfecta de tu tristeza, soy el sacrificio de tus fantasmas.
Soy basta de esto y soy no quiero escucharte más.
Soy un no resignado y un sí escondido.
Soy una pena en una mano.
Soy atrocidades retorcidas y escurridas, encontradas en un cuerpo, ni a lo alto ni a lo lejos,
¿no lo ves en mis ojos?
Soy una lágrima obesa con una persona sumergida, no al revés.
Soy tu hija, soy basta de esto y no quiero escucharte más.
Soy tu hija, soy una ramita quebrada o una hoja mojada.
Soy una constelación de estrellas apagadas o adormecidas.
Soy sencillamente esto que soy.
Hoy soy basta de esto y no quiero escucharte más.

Te devuelvo tus lanzas.
A mí no me sirven más.
Hoy ya no las quiero.

Blanco, negro, blanco, negro, blanco.

Debería recordarte que mientras te vuelves hacia mí se inquietan las líneas de expresión. Convexas, cóncavas. Vaivenes de ven y te vas.
Deberías recordarme cuando aprestaste el botón y me pusiste los puntos:
a, b, c, d, e, f de Florencia y G.
Indicado o incorrecto; es pura electricidad que nos recorre.
Situate en contexto, el mismo día de hoy dentro de los años que se te ocurra. No podrías volver y decirme “vamos, vamos que llegamos al límite de mi imaginación”. No me podés permitir que te deseche ideas acertadas ni cuando aciertan nuestras caras con sus respectivas bocas entre sí.

Traducción de un 2 de abril


Y con tanta paz, ahora puedo escribir y dejar de arañar palabras.
Escribir seguramente sea un proceso de construir verdades totalmente verosímiles para quien quiera leer.
Escribir es, efectivamente, el mecanismo que mejor me queda para contar mi historia, esta que es una historia colectiva. Y la escribo desde lo que me pertenece, esto propio que encadeno, de palabras a oraciones, viene a dejar huella; con tantos nombres dando vueltas sólo estas líneas distintivas, genéticamente dispuestas en mis dedos, son artífices de mis certezas.
Supongamos ahora que no hay historias mal contadas. Supongamos que son simplemente libros, ficciones en una biblioteca.
La historia que yo elijo es la historia de mi papá. Es la que me es más familiar, es la que veo en él, la que me queda al alcance de la mano entre tantas estanterías.
Pónganse cómodos que acá va.
Mucho se ha dicho sobre el orden en que sucedieron los hechos que de una forma u otra y aunque se intente no podrán ser cambiados. Los personajes, los lugares y las acciones ya fueron dispuestas, ya fueron realizadas, ya fueron desprendidas.
El 2 de Abril ya nos queda demasiado lejos como para indagar en causas y efectos, en “qué pudo haber pasado sí”,” y qué si tal no hubiera sido quien”.
Este quien, mi papá, un anónimo, un hombre regular, un hombre argentino por disposición de su voluntad y no del destino, por ese entonces de 19 años de edad.
El lugar, su elección, una fragata; “Libertad”. La libertad.
Los hechos. Los hechos son consecuencias o causalidades, son accesorios.
Los hechos pasan, el tiempo no los incluye porque por cada persona hay tantos segundos como versiones que pueda emitir su alma.
Hay tantas historias superconcetradas que debemos enfocarnos en ese todo de la superconcentración. Al fin y al cabo son ellos, las personas, el remanente, la prueba más contundente de la veracidad de sus palabras.
Y por cada palabra hay un gesto en su cara. Por cada cosa que cuenta, que me cuenta, hay un gesto que se deja ver entre sorbos de té o café.
Podría bien alguien estar fingiendo, pero ¿para qué fingir? ¿Con qué fin?
Los sentimientos cuando afloran son innegables, son el fundamento de toda su existencia.
Y cuando lo veo contar desde los huesos para afuera historias desgarradas desde las células más medulares, comprendo que no puede ser más que completamente verdad su historia en su cara.
Y no voy a intentar persuadir que crean una historia que me fue relatada durante diecinueve años, la misma edad de mi papá en ese ochenta y dos, porque es tamaña hazaña hasta comparable con la de mi progenitor. Solamente en el sentido de que aunque sea mi hazaña, las palabras no importan.
Sí hubo una guerra, sí murieron personas, sí hubo equivocaciones y sí, hubieron personas que libradas al azar hicieron todo lo humanamente posible por ideales o a la fuerza para sobrevivir a la guerra misma, para sobrevivir al gobierno de turno, para sobrevivir a sus propias limitaciones, para sobrevivir a sus propias exigencias, para sobrevivirse a ellos mismos…
Las personas se cristalizan y se dejan ver como claridades de mar, líquidas, efímeras, pasajeras.
Viajantes, personas, palabras. Momentos irreconocibles, momentos intranscriptibles, momentos materializados en su cara.
Momentos evocados en la liquidez de una lágrima o en la mirada fija en el piso, como si mirar al piso fuera a hacer que su relato echara raíces.
Y así me cuenta ficciones. Mi papá es el mejor cuentacuentos del mundo. Te los hace sentir tan de cerca que hasta te olvidás que él era un personaje. Te los hace sentir tan de cerca que hasta vos sos un personaje.
Y así de intranscriptible e imborrable me contagia una mueca, me contagia el estarme quieta escuchando, me contagia el quedarme mirando al piso, queriendo que su cuento ahora eche raíces en otros lugares.
Como voces hechas materia, en palabras absurdas, en sonidos repetidos, en bocas ajenas. Como si de algo sirviera mi traducción de vos en esta hoja.
Como si en realidad quisiera compartirte, qué gran mentira.
Qué orgullosa estoy de que este cuento lo pueda leer solamente yo. Y que me envidien, que me envidien porque pueden haber muchas certezas y fórmulas perfectas, y ciencia, y demostraciones, pero yo me quedo con la prueba viviente de que no hay fórmula que explique mejor un 2 de abril de 1982 que el sentarme a escuchar a mi papá.
Y así soy una nena a la que le relatan un cuento que es pura ficción, pero qué bien que lo cuenta. No hace falta que me justifique nada. Es tan evidente... En su rostro no lo puede ocultar.