lunes, 30 de abril de 2012

No soy Lévi Strauss


Pide usted lo imposible, pues hay casi una contradicción en los términos.


Tengo algunos vicios primitivos que no me puedo sacar de encima,
tampoco soy ordenada como Lévi Strauss,
pero mirá que soy buena.
Además de que hago los deberes a la noche y
me quedo despierta, sin dormir, y
voy al trabajo con ojeras,
me pierdo con razón en la marea que te cuenta las horas
porque pasa el tiempo y no puedo pasármelas entre decodificar tus signos,
tomar el té y hacerme tostadas,
abrir la heladera y encontrarla vacía.
Intenté inventándome un método,
traté sacando la mirada para afuera sin salirme de adentro,
y apenas ví que afuera hay gente y es feriado, y hace un frío tremendo,
y ver a la gente dando vueltas por la calle,
no sé si vueltas, pero verlas y saberlas respirando
su mismo aire, el que a mí me falta, cuando escribo y cuando huelo
ese mismo aire, con olor y sin aromas,
me hace mal,
ver a la gente viva,
y a mí verme acá adentro envuelta,
inutilizada, 
retorcida
como un tirabuzón de preguntas.
¿Por qué insisto, eh?

Pero mirá que soy buena,
hay algunas cosas que me quedan por descubrir que no encuentro para mostrarte
o al menos darte un ejemplo
(será que ahora no se me ocurre ninguna
o será que sin el otro, uno siempre es nada).

Nos volvimos estructuralistas y absurdos
en el momento en que más desesperanza me causa tu orden.

¿Cuál es el problema con no tener idea, ni siquiera una intución
y jugarle uno o dos números a la quiniela del kiosco de la esquina?

Los saberes cotidianos no nos juegan en contra. 

No soy Lévi Strauss,
a mí me cabe lo salvaje ¡!

domingo, 29 de abril de 2012

Por qué no hay que querer los domingos


Hoy, que es un día del orto y también hace un frío conchudo,
pienso que no hace falta quererte, y después pienso que es tarde para decirlo.
Se complica porque la cabeza, el corazón, esos órganos pelotudos
no me dejan, y por alguna razón estúpida empiezo a escribir un poema
con un condicional que me recuerda 
a ese verso horrible:
"si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido.."
pienso entonces que si por quererte tengo que dejarme los ojos al costado
y tenerme las manos atadas por los guantes o por el frío de este otoño de mierda
voy a tener que empezar a dejarme los ojos al costado y las manos atadas y muertas de frío de vuelta.
Si por decir que “te quiero” tengo que bancarme
que tu silencio se convierta en el tiempo
y que yo me quede arrugadita en la punta de la cama
mirándote con cara tierna a los ojos de tu cara de tierno
tal vez sea hora de empezar a resignarme a vos, y eso no, no lo quiero.

No quiero los silencios sin las horas que me da tu locura,
no quiero las manos sin los dibujos que me hace en el cuerpo,
no quiero los poemas que te escribo en los cafés,
no quiero que me mires con gestos de espanto,
no quiero que me entiendas todo lo que hago,
ni quiero que me escuches todo lo que digo,
no quiero esos minutos perdidos y encontrados,
no quiero los ruidos que hacen tus besos conmigo,
no quiero esperarte y mirarte dormido,
no quiero los vasos de birra que tomamos,
no quiero perderme porque todo es un caos,
no quiero el ocaso ni el cine, ni el telo,
no quiero tu número ni quiero tus ánimos,
no quiero de tu alma cuando expulsa dulzuras,
no quiero de tu voz,
no quiero de tu espacio,
no quiero tu vacío, tu relleno, tus miserias,
no quiero tu cuello (la reserva del deseo instantáneo),
no quiero tu duda,
no quiero tu miedo,
no quiero conmigo todo lo que traigo,
y no quiero que veas todo lo que tengo
porque si me mirás
y me ves
y te das cuenta
entonces te vas a acordar
de cuando decís que estás loco y yo me río, despacito y escondo la risa,
de cuando te pido que me acaricies el cuello para poder dormirme,
de cuando te escribo estos poemas tan chotos (perdoname),
de cuando me mirás porque me porto como estúpida sin motivo,
de cuando te digo que no salgo con todos los pibes que me escriben el muro
de cuando te escucho quejarte porque no te das cuenta de que estás re bueno,
de cuando se me hace tarde y de cuando esperás el colectivo,
de cuando me callás con un beso y después sigo hablando giladas,
de cuando te ponés triste y de cuando lo percibo
de cuando, bueno: el ocaso, el cine y el telo,
de cuando los mensajes escritos y de cuando sé que vas a decir "carajo"
de cuando recibo de tu cuerpo tu cuerpo,
de mi voz
de mi espacio
de mi presencia, 
y de cuando estoy feliz
y de que también a veces soy genial,
de que tengo cosquillas,
y de que estoy muy segura.
De que soy insegura también,
y de esto que llevo a todas partes
cuando estás conmigo
y que te traigo para dártelo
escrito en verso.
Entonces me ves, lo sabés,
y me dejás a mí sola y entonces la cago
pero mirá que lo pensé y le di mil vueltas
y no encuentro una sola razón para no decirlo.

El beso, el gesto y la mirada.
En ese lenguaje yo también vivo, campeón.

Y ya es tarde.
Y estoy sola en casa.
Pero es domingo
y estás lejos.

sábado, 14 de abril de 2012

Intención de cuento

Decir que éramos como el agua y el aceite es decir poco. El caso es que yo flotaba sobre él como si fuera la densidad misma y mis moléculas se desplazaban y se volvían a configurar como una película protectora de su superficie.
Eso es lo que ocurría cuando nuestra materialidad (es decir, nuestros cuerpos) entraban en contacto.
También me causa sorpresa notar que la transformación de nuestra existencia fue como un desplazamiento líquido, y que además fue pura casualidad. No puedo acordarme del momento preciso (la obsesión y la nostalgia casi lo transforman en un mito) en el que empezamos a mutar; la conversación debe tener algo que ver con esto, porque puedo recordar un sinfín de pasados en forma de constelaciones, traducidos en voces mentales de los diálogos que tuve con vos.
Siempre fue una voz, además. Esa caricia constante y fonética, la entonación particular que se desprendía de tu sintaxis, que me decía "es la construcción ideológica de tu cuerpo, gila."
Entonces quise escribir otra historia, porque ya me cansé de convertir a tu voz en cuento, pero tampoco sabía por donde empezar, así que otra vez tengo que recurrir a esa metáfora pelotuda del agua y el aceite, porque a decir verdad, tampoco se trata de "lo blanco o lo negro" (aunque algo tiene que ver, aunque desde otro punto de vista, con "culo y calzón", y con otras tantas que por pudor no recuerdo).