sábado, 13 de abril de 2013

La educación del beso



Para Marina,
una piba piola

¿Qué, no me vas a besar?
Y, no. Así no, dulzura
mirá, 
a las chicas bien
nos gusta que nos jueguen bien.
Si decís, si no decís,
si te movés
todo eso
lo registramos como si estuviéramos
mirando una película
buscándole el efecto que nos podría causar.
Antes de que nos besen ya sabemos
que lo van a hacer
por eso calculamos los minutos que pasan
desde la última mirada
que no pudiste sostener en mis ojos
hasta que agarraste coraje y me pusiste la mano sobre la rodilla
y no importa si estábamos en un bar
o en la vereda.
Siempre es igual,
siempre hay un gesto, una sonrisa que se quiebra
porque estás enmudecido y ya no sabés qué más decir
y ahí ¡Plaf!
me besás.
Pero eso mucho no importa,
lo que importa es
cómo lo juegues
al beso
que le impartas manos y tiempos alternativos
que me hagas creer que sos tan nuevo 
en esto de besar a chicas como yo
que te creo,
te creo y te beso, 
y llevame a la cama,
y todo lo demás.
Tenés que haceme creer que soy lo más,
decímelo,
decime que te morís de ganas
y vas a ver que no me doy cuenta.

¿Hablar sobre literatura?
Para empezar está bueno.
Pero al beso hay que educarlo:
así que no me recuerdes sobre la lucha de clases,
porque me pone triste, sabés.
Re triste, y no da.






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