viernes, 21 de junio de 2013

Un trabalenguas y un beso




Soy el claroscuro,
el choque,
el camaleón.
Soy todo el contraste,
la maraña,
la oposición,
una tormenta,
un hálito,
lo súbito,
el luto,
y el fulgor.
Soy el claroscuro,
un fuego helado,
un poema narrado,
soy anaranjado y azul.
También una obra de Caravaggio,
a veces un  pie quebrado,
un soneto
una canción pop.
Soy una bici sin ruedas,
o un ready-made de Duchamp,
una obra sin terminar
y una ruina perdida en la altura.

Soy la neurosis histérica
y también la que mejor te escucha,
soy un café sin leche cortado con azúcar,
soy un producto de oferta
en un supermercado chino,
también a veces una nube sola
detrás de un edificio.

Soy el claroscuro,
el choque,
el camaleón,
soy sublime y berreta,
el ángel exterminador.
Pero tengo tantas vidas conmigo
en este paquete de cuerpo
en este relleno vacío
en este disfraz de musa,
que si vengo a quedarme
en este "me estoy yendo"
siempre dejo una huella
cortante y profunda.

Por lo que soy tengo tantas vidas perdidas
en una sola conciencia
que siempre ando mareada,
tambaleando,
como cuando chocamos
sobre nuestras bocas.
¡Paf!
Éramos el sabor agridulce de la lengua
que nos da estas palabras
y todos esos besos locos
que traducimos en un
"bla,
bla,
bla."

Al día siguiente me arrancaste del suelo
como a un yuyo;
y fui un yuyo.
Pero mirame,
ahora soy un clavel del aire:

estoy flotando.
Ya no soy mi cielo.
Un trabalenguas y un beso
van rondando lo mismo.




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