domingo, 17 de noviembre de 2013

Cuando Aristimuño conoció a Fogwill



Este es un relato falso
Aristimuño nunca conoció a Fogwill
Yo te vi con un libro de cuentos, nada más.
No vayas a creer que es cierto
que recordaba las imágenes que estoy inventando
no vayas a pensar que quise dibujarte las mejillas dormido,
no, eso no pasó nunca.
Perdí el tono y la línea del flequillo
¿cuánta verdad podría haber en eso?
Este es un relato de mentira,
un chiste,
una casualidad.
Fuerzo las palabras
no les saco ni un sentido
eso me queda bien
me tranquilizo.
Entre medio de los planes encontré un punto de fuga
como buena impuntual que soy
no sé si lo viste,
se me pierden los ojos también
no me banco los momentos de atención
y pido socorro cuando hablo
hablo,
hablo de más
allano el camino hacia lo incierto:
Sopetón.
En esa descripción hay algo que se contradice:
lo que planeo es transmutar la pérdida
el tiempo muerto para mirar desde el costado
y atravesarte oblicuo en un decorado de encuentros.
Narro, narro para que el tiempo se vuelva denso
para escribir un relato falso.
La primera verdad es esta:
leías los cuentos completos de Fogwill cuando te vi
yo escuchaba a Aristimuño antes de llegar.
Nunca vayas a pensar que lo que escribo es cierto,
con que el texto soporte las capas de piel que voy perdiendo
el peso de las manos
que ahora sueltan la garganta
una mirada tirada boca arriba
sin leer a nadie
sin escuchar nada
quién podría intuir que escribiéndote me mojé toda.

Es que no hay que creerme nunca cuando escribo
aunque deberias abrazar siempre el milagro de estas palabras.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Habrían hecho el amor esa tarde en los alrededores de General Pacheco



El muchachito estaba parado en la terminal de colectivos
en Panamericana y 197
prensa al hombro
sol al cuello.
Ella llegaba de estudiar en la universidad.
Él salía de mulear diez horas en la fábrica.
Ella estudiaba Letras
él trabajaba en Kraft.
Nunca se habían visto
pero se vieron.
Supongamos que ella nunca hubiera notado
la prensa roja, zurda y militante
que él llevaba.
Hubiera seguido de largo
pensando en la explotación de los marginados y de los oprimidos
pero nada más.
Supongamos que él nunca hubiera militado
en la calle o en la parada de colectivos
que nunca hubiera salido a caminar por ahí.
Supongamos que nunca se hubieran notado,
porque no lo hicieron,
supongamos entonces que ella llegaba y se iba
cuando él venía y se quedaba repartiendo los panfletos,
dónde iba a estar la lucha de clases
¿en los libros?
ahí no
¿en la prensa?
ahí no.
Bastó con que el colectivo no llegara
y ella corriera desesperada a comprar una botellita
de jugo de manzana light
para chocarse con este muchachito
de mameluco azul obrero
y pelo despeinado y un poco seco.
Fue suficiente con que ella le dijera perdón,
no quiero quitarte más tiempo pero
tenés una prensa para regalarme
es que me quedé sin cambio en el kiosco
pero te juro que te la debo.
No hubo más que contestarle,
él le dijo que cómo no iba a hacerlo
si nadie le había pedido las publicaciones
en lo que iba de esa semana de cinco días
al rayo del sol y al filo de la desesperanza
si ella era tan linda
y atenta
y atropellada.
Él le fió la prensa
ella le tiró una sonrisa.
Después le dijo que lo esperaba
al otro día.
Y lo esperó.
Bajó del colectivo semirrápido
un viernes a las seis de la tarde
horario puntual del compromiso
y del chipa frío en la calle.
Ella lo esperó.
Sentadita en el refugio que da a la ruta
se puso a leer en silencio
el día le guiñaba un ojo y
así lo esperó
realmente
lo esperó.
Un paréntesis
hay muchachitos que trabajan en fábricas
y viven en las villas
y hay otros que van a las villas a hacer el trabajo de fábrica.
Resulta que él se fue a cortar la calle
porque en el barrio faltaba el agua
y cortó la calle mientras ella lo esperaba
sola y aturdida.
El episodio que sigue es confuso
nadie logra reconstruir la escena
pero dicen los vecinos del bajo
que él era un mocoso irreverente
que cortaba la calle del fondo
cuando nadie lo llamaba.
Había empezado a llover y ella se angustió un poco
recordaba los ojos simpáticos del muchachito
y se le subían las cosquilas del muslo hasta el vientre
¡qué mala suerte!
El chico de la fábrica no apareció nunca.
Ella, ya estaba empapada.
De la lluvia.
Él, también.
Su cuerpo lo encontraron en un callejón entre
el paredón del barrio cerrado
y el barrio de en serio.
Ella lo esperó
toda la tarde.
El chico tenía la mirada perdida entre los pastizales viejos
de entre sus cejas chorreaba un hilito de sangre
que dibujaba la circunferencia de la bala perdida
que la policía dijo que se le había escapado
durante la manifestación.
La chica mojada y solita
lo esperó
toda la tarde.
Él, no pudo contarla
pero ella
volvió a su casa defraudada por el plantazo del pibe
y nunca supo del episodio del enfrentamiento
en el barrio de al lado;
se enojó y tiró la prensa a la basura
sin meditarlo mucho tiempo.
La historia de amor entre la chica y el chico
se las debo.
Quería escribirla
puntualmente y estéticamente diagramarla
pero se me perdió durante
el encuentro fortuito de una bala
y el entrecejo de un pibe
cabecita de novio que no fue.
La historia de amor
¿dónde está?
¿en la prensa que traía de la fábrica después del laburo?
ahí no
¿en la esquina del choque de cuerpos imantados?
ahí no
¿en la mano impune que dispara a cielo abierto?
ahí no
en la seguridad de saberse bien muerto
por ahí anda.
"Grupo de piqueteros hieren a un oficial de la policía
que se defendió con su arma reglamentaria
durante un corte de calle en el barrio más inseguro de Tigre"
escuchó en las noticias.
Después se indignó un poco por el mundo en que vivimos
y cambió de canal.