viernes, 26 de diciembre de 2014

Yo tampoco compro pirotecnia para las fiestas




Una de las pocas fotos que recuerdo de mis navidades en El Talar es una en la que, en la falda de mi papá, sostenía lo que en ese entonces (tal vez ahora también) se llamaban estrellitas. Tenía dos colitas altas y un vestido gigante, con medias y zapatitos negros, como los que se usaban en los 90 en las nenas de mi edad, de pocos años. En el patio, la foto me pinta un retrato de mi padre mirando algo que no está presente en la imagen. Sostiene la estrellita conmigo. Mira fijo.
Él se encargó luego con la llegada de mis hermanos varones, de armar lo que él mismo denominaba "la artillería". Cañitas voladoras ubicadas en botellas estratégicamente dispuestas en la medianera, en la vereda, o arriba de algún árbol apuntando al cielo. A mí me tocaban las estrellitas, las encendía y las movía en círculos, haciendo eso los miraba.
En esos momentos empezaba a contarnos a mí y a mis hermanos que las bombas en la guerra sonaban así, tal cual como los cuetes en Navidad. Para mí era una aventura. Los proyectiles te pasan por el costado y sentís el frío de las balas, imagino yo ahora. Debe sentirse el miedo y la superación de la muerte con cada estruendo. Demasiado shock aún para el hombre moderno. Lo incomunicable de esa foto lo comprendí de grande. Los petardos, los fuegos artificiales, los fosforitos, el espectáculo en el cielo, son las imágenes gratuitas de la guerra y quizás el momento más silencioso de la noche sea el más tremendo, no lo sé. Mi viejo ahora ya no prepara la artillería porque le tiemblan un poco las manos (por el estrés post-traumático empezaron a dolerle, como recuerdos del frío, después vino el cáncer, ahora ni los médicos saben decirlo).
 Entonces escucho a mis amigos hablar de la pirotecnia en Navidad y año nuevo. No les digo nada de lo que me contó mi papá. Les digo que sí. Que no pienso comprar ni un chasquibum porque los animalitos se asustan, y se pierden. 

domingo, 14 de diciembre de 2014

Superficie, texto y afecto



Hay una urgencia en la escritura, el tipo de ansiedad que hace varias décadas se diagnostica y se medica. Tiene que ver con lo múltiple. Los recorridos que se abren en múltiplos de dos por cada carilla que cabe en una hoja. Pueden ser circunstanciales pero en ciertas ocasiones, por ejemplo, antes de redefinir el rumbo de alguna necesidad, se dispara uno frente a la nada e intenta desesperadamente el relleno. Podría suceder lo mismo en el mundo si yo no me pusiera a escribir. Siempre me aboqué a los espacios vacíos.

*

Si cuento una historia parecida a la realidad, terminaría por aniquilarla. Nada más lejos de mi deseo que es el del tributo al ritual.

*

Entre esta historia y el texto están los cuerpos: esos espacios de lucha por el sentido en los que lo sentido se multiplica al menor contacto. Fui adicta a tu cuerpo, porque busqué dispararnos hacia el infinito, luego entendí que estaba sola frente una hoja en blanco y lloré como nunca.

*

Hay que distinguir entre roce y contacto. Porque se parecen al trabajo del escritor. El roce es sensual. El contacto es afectivo. La escritura tiene que sugerir entre sensualidad y afecto. Los seres humanos para eso además de tener sexo, leemos libros.
*

Cuando pasás un tiempo pensando en una escena te la figurás como una película porno. Sos un personaje y te escribís en tercera persona. Cuando pasó poco tiempo desde una escena no podés jugar a nada y sos un narrador personaje: tanta es la necesidad de evitar que el tiempo vuelva al momento un recuerdo.

*

El beso es más parecido a la poesía porque las lenguas inventan sus propias formas. El sexo es más narrativo. Se parece al cine: el procedimiento privilegiado es el montaje.

*

Cuando te prestan un libro lo obvio es pensar en una primera cita. Podés tener alguna idea sobre qué es lo que vas a leer, hay una mínima información con la que viene ese texto. Podés pasar las hojas y saltear algunas líneas hasta que te decidas a leerlo por completo. Las lecturas de libros prestados no son tan interesantes hasta que derribaste los prejuicios de la lectura que habías imaginado.

*

Para escuchar un recital de poesía tenés que hacer el mismo esfuerzo que cuando escuchás gente teniendo sexo en una habitación que está al lado. No están los cuerpos, como en la poesía recitada no podés acceder a los textos. Pero capturás voces, maneras de decir, vocales prolongadas y la fractura del golpeteo de objetos desconocidos que empiezan a sonar a música.

*

El enamorado cuando tiene sexo se posiciona para acceder al Aleph. El amor tiene pretensiones de universalidad.

*

Coger estando enamorado es como escribir un texto que te gusta mucho: Después de acabado, necesitás retocarlo. Para corregirlo, reescribirlo, no terminarlo nunca. A las personas y a los textos propios que nos gustan no les alcanza un puñado de preservativos: el cuerpo se enrojece y se desgasta, el texto se enrojece y se transforma cada vez que metés mano.

*

Están quienes prestan libros y quienes para no prestarlos hacen la promesa de comprártelos. Desconfío de los segundos: son de los que postergan.

*

El que dijo que la figura de Autor ha muerto es porque nunca salió conmigo.

*

Escribirle a un amante sobre el último encuentro que tuvieron es el trabajo de la crítica. Si se escriben varios textos después de cada encuentro se construye un canon. Si se releen esos escritos, se define una relación.

*

El lector histérico abandona un libro a la mitad y le dice a sus amigos que "lo está leyendo".




*

El escritor enamorado convierte en texto todo lo que toca. No te sorprendas al encontrarte atrapado después en su prosa. Lo más fácil va a ser probar escaparte. Si te quedás ahí, el lenguaje mismo te transforma. No hay medio, líquido o escrito que escape a la modificación de la forma.


*

Al amor o al texto se lo reconoce, siempre, en su temporalidad. Caso contraro, se lo olvida.

*

Borges decía que un texto no se termina, sino que se abandona. Con el amor pasa lo mismo.

*

Ars, de donde proviene nuestra palabra para Arte significa "saber hacer". Los buenos amantes también son artistas. Con todo lo de la ilusión de verdad incluído.











viernes, 12 de diciembre de 2014

Desplazamiento y condensación





tenemos pies para irnos/para no irnos/nadie nos pide nada
nosotros nos pedimos/nos abrazamos/nos quedamos

"La tormenta". Juan Gelman



Ya no me resisto a la noche en la intemperie.
Cuando vi que la lluvia no era tormenta
pude dejar que ese azar me moje
te dejé tocar la ropa húmeda
mi piel de gallina
los instrumentos de mi cuerpo con los que espero
que en tu desembarco heroico
me naufragues
y te pierdas
construyas con mi carne una choza
un reparo del mal tiempo
como quedarte dormido sobre mí
y que mi pecho te regale voces
y lo beses
y traduzcas la lluvia,

que hagas vos de mí el poema.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Ocho restos de la última noche con vos

I

La mentira del espejo.
No es atravesarlo lo que cuesta
sino construir la mirada
con la que apoyás
tu sueño
algún sueño
(cualquiera es válido).
Quebrar la transparencia aparente
con la que se percibe la proyección de los ojos
el lenguaje inventado para la ocasión
como las ropas que nos ponemos
para vernos
los disfraces con los que nos presentamos
en la intimidad
los bloquecitos de juguete con los que atajaste
mi caída
afuera del espejo
como un chico
me dijiste
"espejito rebotón"
como Alicia
yo
me metí en el pozo.

II

El exilio.
Los viajes desde el conurbano
hasta la ciudad
nos transforman
porque esperamos convertirnos en héroes
batallar contra cíclopes
dejarnos el ojo ciego.
Poseidón no lo tolera
nos cambia el rumbo
nos perdimos en islas distantes.

III

¿Cómo explicar lo inexplicable?
dice el cartel que miramos por un tiempo.
La pregunta retumba para cada uno
tiene un eco
distinto.
A vos te queda la incógnita
a mí
la palabra.
Mi respuesta:
yo,
te quiero.

IV

Todos los caminos conducen a la misma habitación.
Van a hacer una plaza, acá,
cuando no estemos (dijo).
La inscripción del monumento
va a reemplazarnos.
"Aquí yacen los restos
húmedos
de cada intento."

V

La recurrencia
es elección
tu ocurrencia fue
pensar
que lo que se repite es un lado B
(un resto)
una sombra sin motivo
cuando para mí siempre,
siempre fue una apuesta
(la recurrencia también fue la misma:
siempre pierdo
pero lo prefiero:
jugarle el corazón al azar
creer en algo).


VI

Los cuerpos
no nos engañan.
Con tu representación de la escena
del pasado
de lo que hacíamos
dibujabas puntos de fuga
hacia un plano en el que mi forma
mi densidad
no estaba.
Tu mano, en cambio
trazaba una línea
recorriendo el contorno de mi cadera.
El beso más tierno que me diste
fue también el más triste.
El último.


VII

Querer querer.
El imperativo categórico
que te dejo.
Yo, (que siempre que quiero
quiero mucho)
te pedí una sola cosa:
que me leas.
Un gesto que no tuviste
no leíste
mis viajes en colectivo desde lejos
mis declaraciones de voluntad
mis poemas cargados de regalitos
mis noches con las pocas horas de sueño que me quedaban
mis vestidos lindos
mis conversaciones interesantes
mis consejos de compañera
todo lo que daba
(me) lo daba.
Querer querer:
te confunde la redundancia
y que yo sea más de lo mismo
es que estaba tan segura
que iba a servir de algo.

VIII

El pantalón que nunca te pusiste conmigo
la camisa que nunca me puse con vos
nos deslumbran las formalidades
nos vamos a recordar así:
siempre fui la forma
que tuviste
para no enfrentar
lo contenido.
Nunca nada da lo mismo:
para vos fui un cuerpo
y de lo mismo
yo,
así loca como estoy
te saqué verdades.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Las otras cosas




Se lavó las manos antes y después del acto
no es de los que se sientan a comer
sin precauciones
ante todo la complejidad.
Hice sistema de tus procedimientos
se presentaron solos como verdades absolutas
esta noche soy tu puta
y así, bien trola
te dejo sin recargo las conversaciones
porque vos y yo sabemos
cuándo va a ser el momento de pagar,

las otras cosas
también me las vas a pagar.

O al menos así funciona en mi barrio.




jueves, 2 de octubre de 2014

lunes, 29 de septiembre de 2014

Dos para el visto



Estaba en la fila del baño hacía quince minutos y se cagaba. Le daba vergüenza la sensación en el vientre empujándolo hacia el suelo porque tenía que hacer fuerza con las piernas para mantenerse de pie. Había un solo baño en toda la casa donde festejaban el cumpleaños de su amigo. Había mucha gente en la casa. Se cagaba. Había cinco chicas delante de él y le daba más vergüenza pedir permiso para entrar antes. Ellas se meaban, decían. Pero él se cagaba ahí nomás. Para distraerse agarró el celular y empezó a mirar los mensajes que tenía ya leídos en whatsapp. A la chica que le había clavado el visto, pensó, si no le interesaba mucho lo que decía, tal vez podía sacarlo del apuro de no pensar en el sufrimiento que le daba su propia materia que todavía no había sido desechada. A la chica tampoco la había desechado. La tenía ahí en la lista de whatsapp. Miró unos segundos el último mensaje. Ella era muy simpática y a él el buen trato lo confundía. Sabía que si le seguía hablando ella lo iba a querer ver y él no iba a saber qué hacer. Se cagaba. Entonces le escribió. Un mensaje nunca le hizo mal a nadie. Con una sola mano manejaba el teclado de la pantalla táctil para armar la palabra hola. Borró todo. Si ella estaba mirando la lista de mensajes al mismo tiempo, iba a ver que él estaba escribiendo. Volvió a escribir hola y le agregó un signo de admiración, para disimular. Se seguía cagando, pero tenía un nuevo modo de cagarse que era escribiendo mensajes aparentemente al azar. A las 12:05 la mina le clava el visto. Es un tick para el enviado y dos para el visto. Miró el mensaje varias veces, pasaron dos minutos hasta que le contestó. Él pensó que hacía mucho no le daba ganas de cagar en una casa ajena, porque el inodoro es un espacio tótem. A las 12:08 ella le contestó cómo estás? y por un brevísimo momento sus ganas de cagar se habían disipado. Quedaban solamente dos chicas en la fila antes que él y la situación empezó a gustarle. Mientras sentía ganas de cagar también pudo entablar una conversación con mensajes que iban y venían de un celular a otro sin miedo de escribir demasiado pronto o que eso de escribirle a una chica implicara un cierto interés romántico-afectivo que le costaba afrontar. Cuando quedaba apenas una chica antes que él, comenzó a pensar que la sensación de estarse cagando y estarse escribiendo con alguien le resultaba placentero. Ahora movía los dedos de las dos manos con muchísima agilidad y sus nalgas apretaban con la fuerza de un deportista acostumbrado a disipar el calambre. Próximo al inodoro, comenzó a preguntarle por su día. Había entrado en el terreno de la pregunta sobre la cotidianidad que tantas veces había servido de carta mágica, de instalación cómoda en ese ritual del levante en el que ahora no se quería identificar pero demandaba de sí sin mucho pensamiento de por medio. Pasados los diez minutos de conversación, el celular empezaba a quedársele sin batería. Ya no le importaba que se estuviera cagando en la puerta del baño de su amigo. Tenía una necesidad más urgente y esa era la de evitar que el aparato se apagara. Cuando finalmente entró en el baño, después de mirar a la chica que salía del mismo con el mismo gesto con el que los futbolistas se miran cuando uno sale y el otro entra en la cancha, antes que bajarse los pantalones tuvo que revisar el mensaje que le había llegado de la chica del whatsapp. Es que ella le había dicho que estaba por salir cerca de donde estaba él. Le había dicho, detalladamente, que iba a estar en un lugar cerca de donde estaba él. Ella siempre tenía una manera de acercársele que lo acorralaba. Entendió su sensación de sofocamiento, no estaban rodeándolo como la frase de la espada y la pared, sino más bien, conectándolo, por dentro de su cuerpo desde la sensación de todavía no haber expulsado su mierda, hasta la mano que sostenía el celular y que represenaba lo visible del asunto, lo inmediato: la chica iba a andar cerca de donde estaba él. Ese tipo de mensajes ya lo conocía y con bastante facilidad había podido escaparse de la situación veces antes. Ahora estaba sentado en un inodoro en una fiesta con la única seguridad de estarse cagando con un celular a punto de apagarse en la mano. Quiso escribir un último mensaje y con el brillo al cero por ciento y la luz del baño apuntándolo a él, se sintió en una especie de banquillo de los acusados. ¿Qué crimen era más avergonzante, cagar en un baño ajeno, anulando todo principio de hospitalidad, sabiendo que quien entrara luego sabría el secreto que iba a dejar flotando en el agua del inodoro, pero también en el aire, que corría el riesgo de que quien entrara viviera también en esa casa y lo marcara de por vida como "el que se cagó", o el saber que si no contestaba el mensaje con una respuesta clara lo iba a definir ya no en pasado, como el que había cagado, sino, además, como el cagón, el que se contiene las ganas constantemente, como un atributo del que anula haber superado la etapa anal y allí regresa con cada mensaje enviado, desligándose de toda intencionalidad? Porque cuando por fin pudo cagar, y enviar el mensaje, él sabía que todo lo que venía escribiendo era una declaración de principios. Al costado estaba el papel higiénico. De su celular agonizante memorizó el número de teléfono. Del papel, cortó dos pedazos. Uno, para limpiarse el culo. El otro, para anotar el celular de la chica. Todo esto, mientras estaba cagando. Le dolía un poco no saber qué responder. Le dolía más que la irrupción de sí en el ano al momento de relajarse y dejar de luchar contra su cuerpo sentado. Le dolía no poder soltar el celular con el que se sostenía la frente y miraba al piso. Le dolía no tener una lapicera en ese momento para anotar el teléfono y le dolía la posibilidad de olvidarlo sin haber ideado una respuesta. Lo que le gustaba, irónicamente, era saber que lo peor ya había pasado. Saber que el poder de decisión lo tenía él. Que podía memorizar el número y no escribirle nunca. Que podía estar sentado en un inodoro haciendo fuerza y ella nunca lo sabría. Que la próxima persona que entrara al baño nunca se iba a enterar de esa lucha interna. Que podía hasta preguntar por una lapicera estando afuera y elegir un papel en serio. Qué papel iba a elegir. Se llevó el del baño, el papel con el que se limpia el culo. Ahí anotó un teléfono y un nombre que se olvidó en la casa y al que otro escribiría al día siguiente por curiosidad. En el mismo momento en que su celular se llenaba de batería y se encendía para leer que esa chica le había contestado perfectamente bien, completamente ignorante de la situación en la que él le había estado escribiendo. Pero él, no iba a volver a escribirle. Miró el mensaje y lo puso contento y esa pequeña satisfacción le clavó el último visto. Su cuerpo entero le volvía al alma.

viernes, 22 de agosto de 2014

Las manos de todos los negros





Arriba las manos
de todos los negros
arriba
los domingos a la mañana
me despierta
el vecino
dice
arriba las manos
de todos los negros
arriba
yo vengo de dormir
en mi sueño
las manos
de todos los negros
me envolvían
arriba
y abajo
y así
me muevo
de un lado
del barrio
al otro
cordón del conurbano
siempre pensé en irme
no puedo quedarme
acá tengo que levantar las manos
me canso
y escucho
en los noticieros
los negros
no levantaron las manos
robaron
mataron
cagaron
fuego
es así
las vecinas de algún otro lugar
se encerraron ahí
y ahí
ahí
duermen su sueño
abrigadas
dicen
que de donde yo vengo
no hay respeto
ni cultura del trabajo
ni moral
ahí
ahí de donde yo vengo
las manos de todos los negros
sostienen tu sueño
arriba
arriba
arriba.

miércoles, 13 de agosto de 2014

La memoria involuntaria





Mi yampú nuevo
tiene olor a tu pelo
casi pierdo la cabeza
después de enjuagármelo.
No quise saber más
y me llené los ojos de espuma
lo que me arde tu recuerdo
no tiene nombre.

jueves, 24 de julio de 2014

No es eso


no es la bronca de la quietud
sino del esfuerzo
que no vale más que para vivir
cada día
como si no fuera uno
el que se rompe el lomo
el corazón
de cansancio
los pulmones de rabia
las piernas de andar y andar
andar para qué
elegir la existencia que tengo
porque no queda otra
cargar las angustias que transito
porque todo cuesta mucho
y mi amor
mi trabajo
mis deseos
siempre se los llevan otros
no es esto lo que quiero
pero la recurrencia amarga
y la compulsión de caminar por las calles
a veces con una pequeña alegría de saber
que voy a escribirlo
tal vez me calme un poco
y pueda levantarme cada día
para reconocer que mi llanto
mi cuerpo
y mi poesía
son lo único mío
y que sin embargo
a penas
muchas penas
reconozco

martes, 22 de julio de 2014

No pudo soportarlo,
la ventanita del chat,
las noticias al costado
e inmóvil, impértérrito, gritó
"como Cerati, debo desconectarme"
y se esfumó despacito hacia la muerte.

miércoles, 16 de julio de 2014

Salvador Dalí



SALVADOR: Hola Ramona
RAMONA MONTIEL: Hola! Cómo va?
SALVADOR: bienbien
SALVADOR: vos?
RAMONA MONTIEL: Acá ando, un poco cansada pero bien.
SALVADOR: que bueno de donde sos
RAMONA MONTIEL: Monserrat, y vos?
SALVADOR: flores. me mude hace poco
RAMONA MONTIEL: Ah, sí, conozco, andaba mucho por ahí hace un tiempo cuando iba a la facu.
SALVADOR: ah si?
RAMONA MONTIEL: Estudiaba en Puan, ya terminé.
SALVADOR: Uh mira que loco
SALVADOR: yo tengo varios amigos que estan en puan
SALVADOR: hace un tiempo no voy para alla pero fui a varias fiestas de esas que hacian los viernes
RAMONA MONTIEL: jaja! sí, los famosos choripanes en el patio.
SALVADOR: mi mejor amigo era de artes combinadas pero dejo. vos que estudias?
RAMONA MONTIEL: Estudiaba, ya terminé. Letras.
SALVADOR: Uh, las temibles chicas de letras.
RAMONA MONTIEL: jaaaaa.
SALVADOR: Conocí a un par también
SALVADOR: no se podia cruzar mas de dos palabras sin que usaran la palabra "devenir"
SALVADOR: CHe que raro una chica como vos por aca, me sorprende pero me gusta, va te hablé por eso vi que en tu descripcion habian varios autores que lei y me gustan mucho y bueno te hable ramona
RAMONA MONTIEL: jaja, ¿y qué te sorprende?
RAMONA MONTIEL: ¿las intelectuales tenemos prohibido el chamuyo en internet?
SALVADOR: JAjajajaja!
SALVADOR: No, para nada me gusta te dije fue una linda sorpresa
RAMONA MONTIEL: Mejor. Parecés simpático. Además leés libros.
SALVADOR: Tambien leo otras cosas. nosé, revistas, cada tanto compro la Fierro. conoces las ilustraciones de El tomi?
RAMONA MONTIEL: Sí!
RAMONA MONTIEL: Me encantan. Tengo un amigo que siempre me las presta, hasta me avisa cuando sale algo interesante para que chusmee, casi siempre la cuelgo pero cuando me avisa trato de buscarlas.
SALVADOR: a mí me gusta también eso de buscarlo, al libro o a la revista.
SALVADOR: o ir a los parques y mirar que hay en los puestitos viste siempre te sorprende
RAMONA MONTIEL: Es un poco como entrar acá a conocer gente.
SALVADOR: jaja
SALVADOR: sí tal cual. hay de todo, viejos, usados :P :P
RAMONA MONTIEL: Algunos títulos buenos también.
SALVADOR: Discúlpeme, ¿licenciada?
RAMONA MONTIEL: ja, no, Profesora. 
SALVADOR: Bueno, profesora Montiel.
SALVADOR: es asi.
SALVADOR: uno se las rebusca para no ser un loser full taim
RAMONA MONTIEL: No tenés cara de loser.
SALVADOR: Porque no me conocés la cara!
RAMONA MONTIEL: Si me lo decís así me alegro de no conocerte entonces!
SALVADOR: Jajaja
SALVADOR: sos mala
RAMONA MONTIEL: Soy justa.
SALVADOR: chica de letras...
RAMONA MONTIEL: ja
RAMONA MONTIEL: y vos que tanto me cargás, qué hacés de tu vida?
RAMONA MONTIEL: hacés algo?
SALVADOR: soy profe de música
RAMONA MONTIEL: también?
RAMONA MONTIEL: y yo que venía a ver si me enganchaba a algún millonario :P
SALVADOR: je, mala suerte.
RAMONA MONTIEL: me gusta, siempre me llamaron la atención los músicos, de hecho ahora que lo pienso, todos mis exs eran músicos
SALVADOR: jajaja
SALVADOR: son!!!
SALVADOR: los mataste ya.
SALVADOR: pero bien, mejor.
SALVADOR: menos trabajo para mi!
RAMONA MONTIEL: y dónde das clases?
SALVADOR: ahora en primarios y en un tallercito tambien en un centro cultural que esta aca en flores
RAMONA MONTIEL: Qué lindo. me encantaria saber tocar algun instrumento
SALVADOR: suena a propuesta. sos interesante, me dio ganas de conocerte
SALVADOR: pero en serio,
SALVADOR: charlar no sé
SALVADOR: ver que pinta.
RAMONA MONTIEL: Podríamos.
RAMONA MONTIEL: No sé ahora, en estos días puede ser.
SALVADOR: obvio no te decia ahora
SALVADOR: ya es tarde
SALVADOR: pero el viernes toco en un bar
SALVADOR: ya hace unos años con mi banda
SALVADOR: me gustaría que vengas, antes, durante, después
SALVADOR: no suele venir mucha gente asi que podemos charlar
SALVADOR: antes durante o después :P
RAMONA MONTIEL: Je, me tienta.
RAMONA MONTIEL: Tengo que ver.
SALVADOR: bueno yo te la tiro vos fijate
RAMONA MONTIEL: Dale.
RAMONA MONTIEL: Qué música hacen?
SALVADOR: y es complicado ya ni sabemos, ni siquiera estamos grabando los ensayos porque cambiamos de bajista y hasta que nos acomodemos a la nueva formacion vamos a dejar pasar un tiempo
SALVADOR: por ahora lo importante es que se aprenda los temas!
RAMONA MONTIEL: Jaja, el mundo de los músicos es tan raro.
SALVADOR: no mas que el de las de letras, hablo con conocimiento de causa :P
RAMONA MONTIEL: Ja, como si me conocieras.
SALVADOR: uh que desafiante!
SALVADOR: no, acompañaba a mi amigo a las fiestas que hacian en puan llegue a conocer a alguna que otra en profundidad...
RAMONA MONTIEL: Epa, pero mirá que este no es el caso de "me garché a una, las conocí a todas", eh!
SALVADOR: Jajajaja, no,
SALVADOR: tampoco fue tan asi la historia pero tampoco importa
SALVADOR: me gusta tu foto
RAMONA MONTIEL: es Ramona
SALVADOR: no eras vos ramona? o te gustan los ramones? :P
RAMONA MONTIEL: jaja,
RAMONA MONTIEL: no, Ramona Montiel es un personaje del artista Antonio Berni, era una costurerita de las que dieron el mal paso... y bueno, me gustan mucho esas obras, son imponentes, y la construcción que hace de ese estereotipo de mujer me hipnotiza mucho, a veces me lo apropio... y doy el mal paso también :P
SALVADOR: Claro yo conocia el de juanito laguna nada más, pero de escuchar a mi ex, de berni no se mucho, no me llevo bien con la pintura, soy mas de la historieta o la fotografia.
RAMONA MONTIEL: Tampoco es que es obligación saber quién es Berni para hablar conmigo.
SALVADOR: menos mal.
SALVADOR: voy para atrás sino.
SALVADOR: a veces pienso que me falta chapa para levantarme a las minas que me gustan. y yo ni te vi, no tengo ni una foto tuya y sin embargo quiero conocerte
RAMONA MONTIEL: Vas a tener que convencerme un poco mejor, o me vas a pedir que te mande una foto?
RAMONA MONTIEL: En pelotas no tengo.
SALVADOR: Jajaja
SALVADOR: todo bien.
SALVADOR: el factor sorpresa siempre es bienvenido.
SALVADOR: bueno che se me hizo re tarde
RAMONA MONTIEL: sí, la re colgamos.
RAMONA MONTIEL: Pero me salvaste de ponerme a corregir, Salvador
RAMONA MONTIEL: (cuac) :3
SALVADOR: me gustó mucho charlar con vos.
SALVADOR: no sé, si no nos vemos podés agregarme al guasap si queres
RAMONA MONTIEL: Qué tecnológico, no tengo whatsapp!
SALVADOR: no ando de racha se ve
SALVADOR: bueno, si el viernes por casualidad andás por villa del parque tenés que ir a verme
SALVADOR: y te dedico un tema y ahí vos aparecés y seguro sos hermosa y yo quedo como un ganador
SALVADOR: en frente de los dos o tres boludos que van a estar ahi escuchandonos
RAMONA MONTIEL: villa del parque, me trae recuerdos.
SALVADOR: no me importa, con tal de que te traigan a vos ;) ;)
SALVADOR: che posta es tarde
SALVADOR: el bar es Avant Garde.
RAMONA MONTIEL: uf, qué mala casualidad.
SALVADOR: poR?
RAMONA MONTIEL: mi ex tocaba siempre ahi
SALVADOR: hace mucho tocamos ahi, capaz lo conozco
SALVADOR: como se llama la banda?
RAMONA MONTIEL: Salvador Dalí.

martes, 24 de junio de 2014

Con luz de neón



Le dijo que la esperara en ese complejo de cines que está entre Cabildo y Congreso de Tucumán. Bastó con que ella se retrasara quince minutos para que él empezara a llamarla al celular sin tregua. Nunca había podido llegar puntual, ni siquiera diez minutos antes, así que la escena no resulta inesperada pero la repetición lo altera muchísimo. No quiere dejar pasar ni un minuto. Le va a decir que no la quiere más. Por eso se impacienta y empieza a llamarla con desesperación. Añora sus tiempos de fumador y mira a la gente que camina por la vereda hasta que se pone él mismo a dar una vuelta manzana. La avenida es ancha y luminosa, también fría, es invierno. Tanta gente no pasaba, era jueves, los dos lo sabían, la convención de no verse entre semanas había por fin sido resuelta en un complejo de cines el día que los dos trabajaban hasta no muy tarde. Se tardó más de lo que había previsto, el doble de tiempo. Ella todavía no está ahí. Un hombre se para en la misma esquina en la que volvió a estar él después de un rato. Ya pasaron cuarenta minutos. El tipo prende un cigarrillo y el chico le pide uno. También le convida fuego. Él le hace un chiste sobre el frío y el otro no contesta, guarda el encendedor y se va. Antes la vida era más simple, la gente podía conversar en la calle, ahora hay que tener suerte de enganchar wifi o 3g mientras vas caminando con el celular en la mano y revisar tus mensajes de whatsapp, piensa. Inmediatamente se da cuenta que pensó una estupidez y la tacha mentalmente. Se distrae mirando las vidrieras y empieza a caminar otra vez. Llega hasta un negocio de decoración. Hay un corazón gigante armado con luz de neón, parecido a las luces de los telos, abajo un sofá rojo con botoncitos, parece suave. Apoya la mano en el vidrio y también la frente. Se queda pensando un minuto. La recuerda. Va a terminar con ella y todavía no apareció. Se le abren los ojos por demás un instante, es el instante en que sabe que elegir desechar a una persona y sacarla de su vida nunca antes se le había hecho tan difícil como la decisión que estaba tomando frente al corazón artificial gigante. Qué manera burda de identificarse con sus emociones tenían los negocios, como si le hubieran recordado que la palabra amor también para él había sido kitsch y descartable como un peluche con la palabra bordada en una fábrica en China. A veces quiere estremecerse y le tiemblan las manos pero es su movimiento ansioso. Habrá pasado una hora desde que llegó a la avenida y sigue dando vueltas sin recibir un mensaje de retraso, ni un pedido de disculpas, ni un esperamequeestoyyendo, qué iba a hacer ahí. 
Atropella sus pies en el cordón de la vereda y se sienta unos segundos. Necesita recalcular su destino. A las once iban a encontrarse en el cine, podrían elegir una película o ir a tomar una cerveza al Escandinavo. Definitivamente iba a tener sexo con ella por última vez. Sexo de despedida o última cena, lo decidiría cuando la viera, ya eran las doce.
La noche anterior, cuando se sentó frente a la computadora para buscarla en el chat ya tenía la decisión formada. Ninguna de las canciones que ella le hacía escuchar le parecían interesantes y hacía una semana que la idea de levantarse a la amiga de su compañera de trabajo, la que siempre la esperaba cuando salía tarde los viernes con campera de cuero y medias de nylon, parecía algo inminente. Dos noches antes de las doce en Cabildo y Congreso había soñado que se acostaba con su compañera de trabajo y la amiga, descubría que eran bisexuales y que el mundo así era un lugar mejor. 
Los recuerdos copiosos de la memoria, las intervenciones de los sueños, la impuntualidad de ella, hacían del recorrido una carta de renuncia inapelable.  
No había venido. Tampoco iba a verla más. En algún punto la desaparición de la chica le regalaba un punto a su favor para el recuento de motivos al dejarla. Se lo agregaba a la lista mental que llevaba de desaciertos que había cometido y de los graves, era realmente el primero. No puede dejar de pensar en que le habían negado el sexo de despedida. Le da mucha bronca. Agarra el celular de vuelta, se fija la hora y empieza a buscar en el chat a la amiga de su compañera de trabajo. La encuentra. Le manda un hola acompañado de una carita con dos puntos y una "p" porque está conectada. Ella le responde en seguida y le pregunta qué hace en Nuñez. Inventó la siguiente historia, que iba a encontrarse con un amigo para ir a ver a unas bandas (siempre quedó bien cada vez que dijo la frase "ir a ver a unas bandas", en plural, como si no importara tanto qué banda se va a ver sino el hecho de ir a ver música), pero este amigo se había retrasado por una discusión con la novia y no sabía ya si hacía a tiempo para ir a ver a las bandas (siempre quedó bien cada vez que dijo la frase "discusión con la novia", siempre que se notara que no fuera él el que estaba noviando). Mientras chatean, camina bajando por Cabildo, quiere llegar a Juramento, algún bondi tiene que pasar. No es tarde y puede decirle de encontrarse en Palermo, o la puede pasar a buscar en taxi, tomar algo, pasar la noche. Todo parece ir bien, hace quince minutos ella le responde y propone nuevos temas, se burlan de la canción del Mundial, del gil del novio de su compañera de trabajo, ella le confiesa que si no tuviera novio ya le hubiera tirado onda porque es la mina más linda del mundo y justo cuando iba a decirle que ya que no estaban haciendo nada por qué no salir ellos dos, recuerda su sueño y se relame el inconsciente. Tardó dos segundos y alguien más había invitado a salir a esta mina, o no lo sabemos, le dice que se tiene que ir porque en un rato la pasaban a buscar y tiene que ducharse. 
Casi se le da, qué suerte la de algunos, pensó, y siguió caminando. En juramento cruza la avenida y llega a la parada de bondis que está siempre llena de gente, con la pizzería abierta las 24 horas al lado y los carteles luminosos rodeándolo todo. Al menos no está solo, esa noche lo abandonaron y a una hora y media del incidente que lo puso a caminar medio en círculos por la avenida se prende una luz verde en su celular. Es un mensaje de texto. Un amigo quiere saber si está en Capital para ir a un bar cultural en Villa Crespo porque lee poesía erótica una mina que está re buena y que todos se quieren voltear en la movida de poetas. Era muy tentador, pero él no quería hacer otra cosa. Se le acelera el pulso. Piensa en que va a dormir solo y que entre tanta gente esperando el bondi que nunca pasa no iba a remediar el pasado ni concebir el futuro ni acelerar el presente, mira a los costados y para un taxi. Le pasa una dirección y tarda exactamente veinte minutos en llegar al departamento donde vive la chica a la que va a dejar. Toca timbre y no contesta. La llama y no atiende. Entonces retrocede unos pasos hasta divisar el balcón del tercer piso en el que vive y grita: "no te quiero ver más, pelotuda". Lo grita más fuerte. "No te quiero ver más."
Ya no puede repetir la palabra pelotuda. Se le cerró la garganta y quiere ponerse a llorar. Nadie salió por la puerta a aceptar su despedida. Ni siquiera un mensaje al celular diciendo "por favor no me dejes". Nadie rogándole ni pidiéndole explicaciones. Nadie que lo quisiera aunque sea para que él pudiera pedir perdón luego. Nadie. 


domingo, 22 de junio de 2014

Juego con acuarela y poesía


La fiesta del posmo

Estas orejas la escucharon, gordeta, 
mismo como todo el país, 
porque el discurso se transmite en cadena
("La fiesta del monstruo" - H.Bustos Domeq -Borges/Bioy-)



Voy a organizar una fiesta de artistas sin arte
por eso van a venir
fotógrafos
músicos
artistas plásticos
diseñadores gráficos
poetas
y toda clase de deformidades contemporáneas.
Vamos a discutir informalismo
nuevas poéticas cotidianas
body art y Ana Mendieta
vestidos con flores a lo Frida Khalo.
No quiero adelantar mucho pero
vienen medios independientes de la radio y de la tele, sorpresa
¡bien progres!
están de acuerdo con el aborto legal seguro y gratuito
y les encantan las madres de plaza de mayo
y les encanta el papa argentino
y les encanta que parejas gays adopten hijos
porque ellos mismos alguna vez
fueron un poco putos.
No quiero que discutamos política
porque los artistas no nacimos para eso
nos gusta que la gente se ame
las letras de Spinetta (lloramos)
la obra de León Ferrari del avioncito y Jesús
(con el perdón del papa)
Rodolfo Walsh porque desapareció
Minujín no porque no la entendemos
Silvio Rodriguez sí porque Revolución Cubana
Cortázar también porque bueno tipo nada
bajabombachas a mil.
La dirección es por inbox y ultrasecreta
vamos a estar proyectando un corto hiperrealista
para nosotros los hipersensibles artistas
y discutiremos arte y pobreza y género y memoria y patriarcado y medios y abstracción y pop y hippismo y digital
bajo la siguiente consigna:
Cuando un pibe te pide una moneda en la calle
y deducís automáticamente que es un pobre
¿pensás que es la realidad o que es
arte/
poesía/
eventosupremodelcosmos/
de dios?
No nos digas.
Tu inspiración es ÚNICA
y TU figura de artista es lo que nos interesa,
igual que a vos.
¿Qué nos importa el arte?
Festejemos.

viernes, 30 de mayo de 2014

Contra los fantasmas no



Contra los fantasmas no puedo.
Todo ese aire de claridad y elegancia
ese vaivén repetitivo
ese aura de alma en espejo
qué se yo.
Iba a meterme a pelearle a la muerte
y resulta que fantasma no es difunto
es medio muerto
y no habla
ni molesta como yo.
Porque los fantasmas saben aparecerse con toda su crueldad
se instalan a su antojo y si no los echás rápido
y sos débil
saben mostrar sólo los recuerdos lindos
y se vuelven fotográficos tan vívidos
traen la sonrisa estampada en los papelitos
y la sola imagen te hace un eco demoledor.
Ya lo entendí
contra los fantasmas no puedo
tengo la desventaja de estar tan viva
tan llena de ganas
que ellos se meten en las casas a hacer cerámica
a mover moneditas con mi cuerpo
y yo soy apenas el instrumento
de tus cartas de amor.



domingo, 25 de mayo de 2014

Las mutaciones tristes



Voy a transformar toda esta pulcritud con la que digo en paciencia.

Voy a extirparme los ojos y de esos huecos sin vista vas a ver cómo van a salir chorreando papeles
y cartulinas de colores para recortar.
Voy a transmutar en orquídea, endurecerme sin perder la complejidad ni las vueltas de tuercas,
que serán mis nuevos pétalos y experiencias vertiginosas.
Cuando deje de ser orquídea voy a ser una madeja, que vas a poder desovillar como gatito
recorriendo los rincones creando entramados líneas laberintos.
Cuando deje de escribirte voy a devenir poeta, recorrer cafés bares bibliotecas
leyendo los papeles donde te subrayo y me extingo los tiempos de verbos
las metáforas, los versos
en fin, todo lo que hago cuando me quitás de vos.
Cuando gane los papeles orquídeas madejas poesía cuando te canses de jugar con el ovillo de lana
y te enredes entre las figuras geométricas que resultaron en las esquinas
y las cartulinas de colores se conviertan en retazos en el piso
y la orquídea marchita deje de ser flor
cuando en la poesía ya no hable más de vos
y me haya llenado de paciencia
y vos vuelvas a jugar con mis materiales
buscando la tijera para recortar y darle forma a mis cartulinas
el bricollage, la savia para humectar mi tallo
los dedos para desarmar mi ovillo
los nuditos tiernos del adiós,
cuando vuelvas a buscar tu nombre en la pulcritud
con la que te preservo y me exilio
vas a leerte en mis poemas
vas a ver un reflejo,
un cuidado extremo
una dedicación que te dejo, un beso con rouge
y con toda la paciencia que vengo ganando
voy a escribirte que ahí,
ahí yo ya no estoy.


jueves, 22 de mayo de 2014

Al interior del laberinto


Es como jugar al laberinto
quién es Ariadna Teseo o Minotauro
dónde están los hilos que mueven este encuentro
este diálogo que vengo a inventar.
Yo hablo hablo hablo y desmiembro las palabras
y las ato y las retuerzo y te tira de la frente
ese cartelito que te pusiste "en alquiler"
para después irnos a pasear como de prestado.
Esta es la mejor parte
te cuento un secreto
te conozco, te leo, y te doy pie.
Te hablo y me hablo
me digo y me repito
me grito y me entiendo
y a vos te siento en el banquito
de los acusados
para decirte las cosas por las cuales primero
me juzgué a mí.
Culpable.
Apagá la tele te dije
no quiero interrupciones
me pongo loca inquieta irritable
las películas las ficciones los semáforos en amarillo
todas esas invenciones me ponen
loca inquieta irritable.
Culpable.
Las frazadas sobran sacalas
arrancales los hilitos que cuelgan
acomodá los piecitos arriba de la mesita ratona
y descorchá el vino que te olvidaste de traer
porque lo que sigue es intenso.
Culpable.
Culpable más culpable es igual a noche.
Pero placer culpable es mentira,
que si fuera más de día
al vernos apagaríamos la luz
y nos encontraríamos solamente
para jugar entre nosotros
con nuestros propios hilos
a que nos enredamos con los cuerpos
con los que formamos este denso laberinto.



lunes, 19 de mayo de 2014

El Mago




Cuando iba al taller literario municipal se había hecho costumbre volver en la camionetita de uno de mis compañeros del taller, él me preguntaba si iba a mi casa, porque vivía cerca y le quedaba de paso, y yo le decía que sí, me subía e íbamos conversando en el recorrido de esas siete o diez cuadras hasta que paraba el motor en la esquina de mi casa y seguíamos conversando sobre lo que nos gustaba escribir. A mí me daba gracia porque él siempre escribía sobre cimas de miel, montañas con picos nevados y todos temas referidos al cuerpo de la mujer, de alguna mujer en la que debería estar pensando o soñando y me gustaba imaginar que sus historias eran como las de los libros. Él se decía poeta y era grande, lo que para mí a esa edad podía decirse grande, un hombre con hijos que yo conocía, y de los cuales me hablaba con amor y cierta distancia, como si quisiera contarme de ellos como si fueran sus amigos, como si pudiera pensar que yo también podía ser su amiga para conversar media hora más sobre poesía en su camioneta gas oil. Cuando llegaba al taller me saludaba y me decía que yo iba a ser una escritora importante, pero cuando iba manejando después, al irnos, me decía que conmigo podía hablar de cualquier cosa, y que hablar sobre cualquier cosa lo movilizaba y le hacía pensar que la edad que yo tenía en ese momento era increíble para la situación. Porque cuando hablaba, me contaba sobre su familia como si se tratara de hermanos, o de problemas que le quedaban muy grandes o muy lejos; a mí me daba la sensación de escucharlo hablar levitando porque también me contaba sobre meditación y tarot, y había un clima de magia en esas charlas en las que el universo era el único límite y el único tema sobre el cual podíamos mirarnos y decirnos que teníamos razón. Cuando me preguntaba si me iba a volver con él nunca le podía decir que no. Su invitación era como un hechizo. A mí me gustaba su pelo, era muy moderno, tenía un aire bohemio en los pantalones marrones que usaba y combinaban perfectamente con el tono juvenil que se dejaba escuchar al hablar, no sé si forzado, tal vez construido, para quedar para siempre entre el momento en que miraba y hacía silencio y empezaba a decir cosas sobre el amor. El amor, siempre el amor, siempre una conversación sobre cómo el amor iba a salvarnos o perdernos, pero que inevitablemente íbamos a construir cada uno para sí en el futuro porque estaba seguro de eso. Para mí amor era la camioneta roja haciendo ruido cuando me traía a mi casa, sabiendo que nos quedaba un rato de conversación, hasta que no lo ví más. Fue de a poco, después fui dejándolo de recordar, porque recién ahora puedo decir que mi primera relación profunda con un hombre fue extrictamente literaria (y no me sentí más sola) con un hechicero con una camionetita hecha pelota.



lunes, 5 de mayo de 2014

Punto muerto



Está puteando porque se le quedó el auto en Scalabrini y Santa Fé y ya está llegando tarde al laburo. Se siente un boludo. No lo dice, pero lo piensa. Al lado está la chica a la que vio llorar meses atrás, sentada y mirando por la ventanilla sin saber qué hacer o decir. El tránsito se acumula en ese cruce a la derecha que su auto interrumpe y dejan de hablar. La chica sale, le avisa que va a buscar plata al cajero y en el camino compra dos alfajores, como para hacer algo en ese universo de inutilidad accidentada. Vuelve a la escena del fallecimiento del motor y le entrega el alfajor al chico. Ninguno puede narrar el pasado, pero habían dormido juntos.
Mientras está parada en la cola del cajero, el que está a metros del café de la gran esquina donde se quedó parado, ella piensa cuando lloró en ese auto. No entra en pánico porque le guarda odio al vehículo. Nunca había llorado en el auto de ningún otro hombre, pero esa noche que había pasado con él, había sido ciertamente diferente, porque se había dedicado a no pensar en el llanto en el auto, ni siquiera en sus recuerdos sobre el equipo de fútbol al que él alentaba, o peor aun, los chistes que se hacían cuando canchereaban mutuamente dando vueltas interminables hasta dar con el paradero del telo al que alguna vez recordaban haber ido con otras personas, que no eran ellos.
El auto sigue parado, ella se impacienta y piensa. Él arma las balizas y las acomoda con una paciencia extraordinaria. Ella tiene que ir a trabajar también, él lo sabe. Se miran. Muchas bocinas en simultáneo recorren la escena. Se impacientan y cada uno en su cabeza piensa por primera vez, que era inverosímil que hubieran dormido juntos hacía tanto y que hubieran vuelto a hacerlo tan de repente, tanto tiempo después. Algo se quiebra en la sensación de calma. El estrés por el auto afecta al muchacho pero no lo dice. Ella piensa que es incómodo. Quiere ayudarlo pero no puede. Historia repetida. Inenarrable.
Don Draper y Betty habían vuelto a dormir juntos en algún capítulo de la anteúltima temporada de Mad Men. Antes de verse ellos se preguntaban si iba a ser parecido, se supone que es la forma de narrarlo a través de analogías porque ellos no se dicen nada. El auto sigue parado y a él se le ocurre avisarle a un cana que estaba en la otra esquina que lo aguantara con el auto hasta que buscara nafta o no sé qué. La noche anterior ella le había hecho un chiste al respecto. Que qué iba a hacer él cuando a la mañana siguiente, esa mañana en la que el auto se queda en Scalabrini y Santa Fé, él la viera desayunando con su marido, cual Don y Betty, y él no respondió nada. Pero, conversando sobre el tema, después va a decir que ese es el preciso momento en el que Don se da cuenta que está solo, realmente solo, y empieza su debacle.
La chica recuerda ese fragmento de la conversación cuando lo mira desde la otra esquina, saliendo del cajero. Lo ve solo, realmente solo, porque el auto está parado estancado no se mueve, él habla por teléfono con no sé quién. Antes de decidirse a cruzar la calle para hablar con el cana, preguntarle a ella si está llegando tarde, guardar el alfajor que la chica le regala en un bolsillo y ella piense cómo va a hacer para mantenerlo bajo ese estrés en un bolsillo de pantalón chupín, antes de que suceda todo esto él recordará fragmentos de lo que habían hecho, y previsiblemente no dirá nada. Recordará el momento en que después de acabar, casi a punto de dormirse, ella se recuesta en su brazo y le hace la confesión del tiempo. La recordará diciéndole que estaban cogiendo en pretérito porque se sentía como si estuviera leyendo un libro en pasado y él le respondía algo de un estado infinitivo, sin saber qué son los infinitivos, como cuando la tocaba a ella, de oído. La chica, en cambio, recordará que, también por primera vez, se dejó dormir recostada sobre su brazo, abrazada a él, y se soprenderá al darse cuenta que en el momento en que menos le importaba el futuro, había por fin remediado el pasado.
Entonces el auto parado no le molesta demasiado porque le genera cierta bronca, le había dicho que era un ariano que vivía siempre al límite y hasta le resultaba gracioso que así lo fuera. Ahora se encuentran en la esquina de enfrente y buscan un taxi para que él fuera a la estación de servicio. El taxi que tomen va a tener en la radio sonando La hija del fletero, la parte en la que dos que se quieren se dicen cualquier cosa. Ella piensa, como horas antes de que se tuvieran que levantar de la cama, que el final se acerca. Salir de la cama o del auto y vivir como personas reales. De esas que se cruzan, sienten cosas y hasta se preocupan por el otro, pero hasta ahí nomás. Que ni se note.


jueves, 1 de mayo de 2014

La escena de la película indie en que los espectadores no lloran



Cuando sea cineasta y haga mi primera película inde, esa que se va a poder ver en las salas del Bafici, como el Arteplex de Belgrano o quién te dice, el Malba, te vas a acordar del momento en que te dije que esta conversación iba a ser parte del film. Pero no la más importante, la que haga llorar a la gente. Esa pasa en otoño, un otoño como este, andando en bici con mi amiga Jimena. Ella me dice que puede andar con las manos libres y extiende los brazos en el aire, y yo le contesto que puedo sentir el color del frío en la cara, mirando a un descampado en el horizonte. 

Por eso esa escena me la guardo. La que quiero contar es la secundaria, la escena que pasa de imprevisto, la que tiene gusto a poco. En paralelo suceden los relatos, nunca de manera múltiple. Como las equivocaciones, pasan cuando se presenta una situación con sus dos versiones al mismo tiempo, están los dos resultados a la vista y elegimos el que no queríamos porque resultaba menos obvio. Por ejemplo, mi vida de provincia y mi vida cuando piso la ciudad capital, la Capital Federal. Voy a robarles la novedad para convertirla en anécdota. Pienso que es tarde para mí, para convertirme en una persona que va hasta donde la lleva su bicicleta. Tomo bondis y no sé manejar. Me gusta quejarme, bastante, es soportable. El otro camino es el que me lleva hasta tu casa. Mi curiosidad analítica. Dejé un proyecto de adscripción en el departamento de letras y eso concuerda con el hecho de aceptar la invitación que me hiciste, es verosímil. También escribí sobre los géneros menores, escribí poesía y algunos cuentos que me dieron cierta reputación entre los círculos de escritores que se leen a sí mismos. Le escribí a Jimena, también, y le dije que estaba llegando tarde. Las ventajas de escribir vienen con el habla, también es parte de lo que te falta y por eso fui a tu casa, donde previsiblemente te quedaste mudo. Le dije a mi hermana que dejara de probarse cosas a sí mismas, ayer, me río, porque me parezco mucho.
Me preguntaste si quería tomar algo, mirando al suelo, dudaste un poco, te dije un té. Me lo trajiste y no me dejaste tomarlo porque me besaste de prepo, ya sé que ya sabía, cuando fuiste al baño contesté un mensaje parte de la película diciendo que estaba en tu casa, y volviste convertido en cuadro, listo para invitarme a que me quede. Entonces la decisión estética era mía. Cómo estaba vestida y tu vestuario también. Los libros por todos lados, se tiene que notar que son dos personas asquerosamente intelectuales, una que reniega de ello y el otro que adscribe a no sé qué corriente de la filosofía que se burla de los que usan el arte y la literatura para hacer otras cosas. Entonces yo vendría a ser de las renegadas, y me gusta usar el arte y la literatura para hacer otras cosas, así que me llamaste para que fuera a tu casa, y yo fui a tu casa, para hacer otras cosas con literatura.
Hasta acá vamos bien. Los dos son insufribles juntos, ella le hace preguntas que nada que ver y él que la besa en momentos que nada que ver. El sacrificio es una cuestión de ceder. Yo cedo y me sacrifico por algo, doy algo mío, vos das algo tuyo, yo no te doy nada. Ese es mi diagnóstico, otra gran línea para la película, y acá viene el relato enmarcado. Me dijiste que tenías una idea para escribir un cuento, pero que te parecía todavía prematuro hacerlo porque no era que estuvieras escribiendo La divina comedia, y eso te molestaba un poco, te molestaba más que yo. Me dijiste que tenía un sadismo de bajo grado y eso me puso contenta, hay quienes piensan que puedo ser extremadamente sádica y está bien, es lo que les hice pensar. Pero no quiero que vos pienses eso. Soy como un visitador médico. Llevo mi cuerpo y mi paciencia hasta tu casa y te digo que la idea de tu cuento me parece genial. Eso te pone feliz, no lo sé, pero te ví sonreír por primera vez a la cámara. Yo te conozco callado, te conozco discutiendo a Walter Benjamin, vacilando, con el pelo más ordenado y te conocí desnudo alguna vez. Pero sonreír, nunca. Te pusiste contento, te dije que me gustaba tu idea, después te dije que te la iba a robar. Eso te calentó. Yo censuré el film. En mi película indie, al menos en la ficción, la realidad puede tener su revancha. Ya sabías que no iba a quedarme, tal vez por otras razones, yo tenía que volver a mi vida de provincia porque las películas indies son para gente indie y evidentemente en ese canon no entro yo. Vamos a ver qué pasa si te digo que me acompañes a esperar mi colectivo, el que me trae de vuelta a la vida, vamos a ver qué sucede cuando a mitad de cuadra nos despedimos y me decís que hubiera estado bueno que te avisara antes que tenía que irme tan pronto, que querías acostarte conmigo, que la charla estuvo bien, pero que hubiera estado mejor si te acostabas conmigo y la verdad es que nunca te había escuchado decir tantas palabras de corrido hasta ese momento, tal vez ella se lo podría decir, pero tenía que volver rápido a mi provincia, antes de que el subte con olor a limón rancio se tragara lo poco que le quedaba de la nena que en verano se bañaba con una manguera en el piletón del fondo de su casa. 


miércoles, 9 de abril de 2014

El burdel de las estrellas

La costurerita dio el mal paso y se la llevaron secuestrada al prostíbulo. Le dijeron puta, le pegaron hasta marcarla y la violaron hasta dejarle un hijo, al que vendieron por algunos dólares allá en la frontera. La costurerita llegó al cabaret y se encontró con Laura la de la tanga y con Marita, que con resignación e ironía afirmaba que ni ella ni Laura lo hacían por placer ni por dinero. Lo sé de buenas fuentes, todos los que las cruzaron y las reconocieron les dejaron, además, unos pesos de propina y un silencio tristemente lapidario.

domingo, 30 de marzo de 2014

Los hijos de Baby


¿Pero vos querés que diga que estaba preparado como Dillinger?, te lo digo.
Tenía dos cartucheras con dos Colt 45, 
bajé del caballo, me encontré con dos tipos,
 hubo un violento tiroteo y después me nombraron 
Sheriff.
Baby Etchecopar


Pregunté a un grupo de alumnos 
qué pensaban sobre el pibe que robó una cartera
al que mataron a golpes
sus vecinos paquetos de Rosario
y convencidos me contestaron que qué bueno
que así iba a aprender a no robar más.
Estoy segura 
y esto es triste
que si los pusiera a impartir justicia entre ellos
cada vez que alguien se afana una tiza
o un marcador
y dijera "al que roba se le corta un dedo
al que pega se le corta un pie
sin juicio previo"
me darían la razón
y terminarían todos cagando fuego
metiéndose su prestigiosa educación
(y la justicia)
en el orto.

martes, 4 de marzo de 2014

Secuencia


me quita el sueño
su apreciación sobre la economía polítca
o política económica
y que las citas sean siempre
textuales
me quita el sueño
nos ponemos a conversar
qué interesante
¿no es súper erótico?
me quita el sueño
pero hoy a la mañana
nos sacamos las ideas y nos pusimos la ropa
y éramos
por suerte
iguales a todo el mundo



***


Hoy
caminé dos cuadras con mis zapatitos de nena bien
bajo la lluvia que me enchastraba el alma y las medias de nylon.
Evité verte y crucé la calle que ya se iba inundando
porque vivo en el desierto de los que elegimos mal.
Los zapatitos se me llenaron de agua sucia
se me llenaron de calle
una vergüenza.
Como me volví a mi casa y no a la tuya
antes de abrir la puerta me saqué los zapatos 
mojadísimos
y los dejé en la entrada
junto con los mensajes sin leer
y el resto de la mugre que cargaba.

miércoles, 29 de enero de 2014

La P de poeta que tanto te gusta también es la P de Puta


I've been holding out so long
I've been sleeping all alone
Lord, I miss you.


Te esperé media hora. Me puse nervioso. Creí que no venías. Pensé que te habías arrepentido. Me puse paranoico. Te llamé mil veces. No puedo dejar de pensar en que no venías, me tiemblan las rodillas, y tengo calor en la nuca. Me hiciste esperar al sol y creí que no venías más. Estacioné el auto a la sombra y pasé por la puerta de tu casa caminando, quería sentir tu presencia. Pasar por la puerta de tu casa es así, veo tu casa y te imagino adentro, pero cuando te esperé me desesperé, no sabía si estabas ahí, si no querías salir. Y me vine a esperarte a donde me dijiste. Te llamé la primera vez a los diez minutos, diez minutos aguanto, después ya no. Empiezo a ponerme nervioso, sabés que me pongo nervioso cuando espero, me hiciste esperar un montón. Entonces te llamé y no me atendiste, lo sé porque hice sonar un montón de veces tu teléfono, no estaba apagado ni fuera de servicio ni nada, solamente no me atendiste y me enojé. Empecé a caminar y volví a pasar por el frente de tu casa. Algo había distinto, nada fuera de lugar, pero quería golpear las manos y preguntarte qué había cambiado. La casa me miraba muda, yo la acusé de cómplice y seguí de largo. Empecé a mirar las cuadras siguientes y vi pasar un chico que iba a tu esquina. Recordé que habías salido con un chico de tu barrio y este chico tenía cara de haber salido con vos. Esa camisita cuadriculada con bermudas y zapatillas de bebé de mamá, hacía calor para camisita, ese pibe seguro salió con vos. Tenía cara de indie homosexual reprimido y pensé que si no había salido con vos seguro te lo regarchaste. Lo seguí un poquito, creí que iba a tu casa y caminaba a tu casa, no podés culparme, tal como se presentaba la escena tenía que descubrir qué tenía él que yo no. Me prendí un pucho y me hice el boludo mirando los negocios de la ruta. Él entró al supermercado chino y yo también. Cargó en un changuito una Coca de tres litros, un Fernet, dos flancitos Ser de vainilla y papas fritas de las que venden sueltas. Qué gay. Hice la fila para pagar detrás de él. Era un chico lindo. Tarareaba y marcaba tiempos con el pie derecho, paradito todo su cuerpo sobre la pierna izquierda. Cuando cruzó los brazos a la altura del pecho me di cuenta de que tenía los brazos más marcados que yo y me puse como loco cuando vi que tenía un tatuaje en la pantorrilla. Eran los anteojitos de Lennon. A este pibe te lo re pasaste, hija de puta. 
Cuando llegué a la caja pedí cigarrillos y salí detrás de él, pero hasta mitad de cuadra, no vayas a pensar que estoy loco. Volví al lugar donde me dijiste que te espere y ya había pasado la media hora que me hizo perder la razón. Me fui recaliente hasta el auto y pasé por tu casa de vuelta, manejando. Lo dejé a la vuelta de tu casa, corrí hasta tu puerta, toqué el timbre y corrí otra vez. Me tropecé con un nene que andaba en bici y no le pedí disculpas. Llegué hasta el auto y me fui a casa.
Te esperé media hora, como me habías dicho, entré en tu Facebook para ver si estaba equivocado pero no, ahí estaba el poema que me habías escrito, el que decía que querías encontrarme el sábado a las siete en la calle donde está el monumento a las maestras desaparecidas durante la dictadura, el sábado a las siete como hacíamos todos los sábados a las siete. Después del poema vi que subiste Miss You de los Stones y te extrañé también, ¿cómo no iba a ir a esperarte? Sos una basura, poeta, si subiste esa canción para otro yo te mato, ¿sabés? Y lo que es peor, tenés cinco amigos varones que pusieron "me gusta" en ese estado. ¿Qué querés que piense? Cinco tipos poniendo que les gusta ese tema. Y yo teniendo que adivinar a cuál de todos estabas esperando el sábado, entrando a sus perfiles, y a los de sus amigos, viendo qué intereses en común tenían con vos, si estudiaban esas carreras de mierdas humanísticas en la UBA, tu debilidad por los intelectuales del orto, o los hippies conservadores esos que van a los recitales de Pez, la concha de tu madre, ese tal Jeremías López estudia Filosofía y puso que le gusta tu canción y vive cerca de tu casa y tiene en el perfil una foto sacada con una Lomo, hija de re mil puta, ¿te estás garchando a este putito ahora? Una foto de perfil sacada con una Lomo y escaneada como si viviera en el paleolítico, ¿por qué te gustan los perejiles, poeta? Me dijiste que nunca más ibas a poder salir con uno de esos después de mí. Me dijiste que no querías escribir más poemas después de mí. Me dijiste que ibas a desactivar tu cuenta de Facebook después de mí. Me dijiste que ibas a recordarme siempre porque no me idealizabas y así pensé que tal vez, después de unas semanas ibas a hablarme de vuelta, a preguntarme cómo estaba mi vida, turrita, yo me preocupo por vos, quiero saber con quién salís, con quién cogés, si es mejor que yo. Me debés odiar ahora. Pero tenés que entender, te esperé media hora tal como me lo pidieron tus textos y como creí que habíamos acordado, fui hasta tu casa, no te encontré, me desesperé, al otro día me desperté pensando en vos y dije que ya no quería eso para mí, una vida en la que despertarme iba a tener como primera imagen antes de abrir mis ojos tus ojos y te odié con todo mi alma, te odié con la misma magnitud con la que te había querido y te quise garchar y matar al mismo tiempo, si es que se pueden hacer las dos cosas en un segundo. Revolví en el cuarto del fondo y busqué lo que necesitaba, tenía que sacarte de mi cuerpo, tenía tu olor en mi cerebro, tu piel en mi boca, cerraba los ojos y te veía cada vez, tus piernas, tus manos, tus conversaciones, tus poemas de memoria, ¿sabés lo que es irte a dormir repitiendo un poema tuyo? Una tortura, pendeja, me sabía tus poemas de memoria y me daba bronca que ya no fueran míos. Volví a tu casa por última vez. Tu casa no me hablaba, de vuelta estaba ahí sin decirme nada, yo quería hacer que me dijera cosas pero no podía, así que dejame decirte que la única razón por la que ahora tenés escrito el portón de tu casa con el aerosol anaranjado que había quedado desde aquella vez que fuimos a intervenir grafitis por el centro es porque preferí hacer eso antes que cagarte a palos. Sabés que detesto la violencia de género. Nunca le levantaría la mano a una mujer. A un hombre sí, la próxima vez que me cruce al pibe de cuadriculado o al tal Jeremías López, les bajo los dientes.